Prólogo
Última actuación
El público
esperaba impacientemente a que comenzara el espectáculo. Gente de todas las
edades se había reunido allí, en un pequeño claro del bosque de Záforas;
personas cuyos hogares les habían sido arrebatados por las Anomalías y que
ahora viajaban juntas hacia la gran ciudad.
Los enormes árboles intentaban
arañar las estrellas, cuya luz se perdía entre el tupido manto de las hojas
finas y alargadas. Había una gran fogata en el centro del improvisado
campamento. Alrededor de ella estaban sentados los espectadores, deseando poder
olvidarse de su exilio por unos instantes.
Una chica subió al sencillo
escenario, formado únicamente por una gran piedra plana que con casi total
seguridad pertenecía al lugar de culto de una tribu. La construcción había sido
arrasada por las Anomalías, habiendo quedado únicamente el altar de piedra.
Alguien había colocado una roca para que los músicos que iban a actuar pudieran
sentarse.
La joven portaba en sus manos un Ceof. Era un simple instrumento de cinco
cuerdas con una pequeña caja de resonancia y un pequeño mástil. Su forma era
estilizada, al igual que la de la chica. Los ojos de color miel de ella
brillaban desafiantes, mirando al público a través de las llamas sin los
nervios que padecían la mayoría de las personas al actuar frente al público.
Se hizo el silencio. Incluso las
personas que montaban guardia en las lindes del claro ante la constante amenaza
de las Anomalías se volvieron para escuchar su actuación. Se humedeció los
labios lentamente. Se sentó y colocó el Ceof entre sus piernas. El pelo de
color castaño oscuro le caía liso y en cascada, de forma que su rostro quedó
oculto a los espectadores. Lentamente, tocó el primer acorde. No se disponía a
cantar, se recordó. La música simplemente era un aliciente más para dejar
embelesados a los demás. Unos determinados acordes y una entonación cuidada
eran lo único necesario para que a todos les impactara la leyenda que se
disponía a narrar. Sus atrayentes labios se separaron, listos para comenzar la
actuación.
Cuenta la leyenda
Que existe un lugar
Más allá de los campos nevados…
Todos se quedaron petrificados. El
último acorde se quedó suspendido en el aire. La chica sonrió, sabiendo que
había conseguido su objetivo. Al menos iban a tener algo que llevarse a la boca
sin necesidad de cazar, tarea que se había vuelto muy peligrosa e infructífera
últimamente.
Una ciudad mágica
Envuelta en constantes
Y feroces tormentas de nieve
Un joven de unos veinte años sonrió. A diferencia del resto, se hallaba
sentado con la espalda apoyada en uno de los laterales del escenario de piedra.
Sabía desde el principio que ella iba a contar aquel mito, como siempre. Se
apartó el pelo negro de los ojos de color azul brillante.
Tierra prometida
Mítica y oculta
Utopía, la última Esquina
Escuchar la mención de aquel lugar hizo que el público cayera
hipnotizado. Los acordes del Ceof resonaban en el claro y se perdían en el
bosque. La sonrisa del joven se hizo incluso más amplia tras escuchar sus
palabras; las mismas palabras que un día le habían puesto en marcha para
emprender su viaje.
Paraíso oculto
El hogar de Cronos
Tras la tumba del Rey Destronado
La chica se sintió rebosante de energía. Aquella antigua leyenda siempre
la relajaba. Le recordaba que, a pesar de todo lo que había sufrido, aún tenía
un lugar adonde ir. Un lugar en el que ser ella misma. Junto a su amigo, por
supuesto. Jamás habría continuado su viaje sola. Había sido toda una suerte
encontrarlo en uno de sus espectáculos, preguntando hasta qué punto creía en la
leyenda que acababa de contar.
La felicidad
Aguarda en sus muros
Jamás avistados por el hombre
Había llegado al punto en el que el relato original terminaba, pero ella
le había añadido una última estrofa para otorgarle el énfasis final que
necesitaba. El Ceof siguió sonando, para sorpresa de algunos, mientras la joven
se preparaba para el final.
Centra está muriendo
Nuestra única salida
Se encuentra en el norte, Utopía
Reinó el silencio en el pequeño
claro durante unos segundos. La joven se levantó del escenario y realizó una
cuidada reverencia ante el público, que comenzó a aplaudir embravecido cuando
ya estaba bajando del escenario. Estaba ferviente de felicidad, ya que sabía
que con su atractiva actuación se había ganado las Preseas que tanto necesitaban
para comprar.
Su amigo estaba ahora de pie,
esperando que bajara del escenario. La observaba tan aparentemente contento
como ella. Encontrar a todos aquellos viajeros había sido toda una suerte, ya
que en el próximo pueblo por el que pasaran podrían aprovisionarse antes de que
las cosas empeoraran incluso más. El camino que se extendía ante ellos prometía
ser largo y duro. Pero ya habían recorrido una gran parte del trayecto, y no
era momento para volverse atrás. Es más, no tenían ningún lugar al que volver.
Estaban solos, solos en un vasto mundo al borde del colapso.
La joven se lanzó a los brazos de su
compañero en cuanto se acercó a él sin soltar siquiera el Ceof. La satisfacción
que le había proporcionado su actuación la hacía sentirse llena de vida por
unos instantes.
Su amigo vaciló unos segundos, pero
después la envolvió entre sus musculosos brazos.
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