miércoles, 9 de mayo de 2012

Pensamientos desde el vacío


Esta sala repleta de personas jamás me pareció tan vacía. Tal vez el espacio esté lleno con vuestros cuerpos, pero, ¿dónde están vuestras mentes? ¿Es más, existen vuestras mentes? Tal vez no seamos más que el producto de una infinidad de reacciones químicas que nos hacen ver, que nos hacen sentir, que nos hacen crecer… y morir. Pero, en ese caso, ¿qué sentido tendría? El universo se encuentra en un estado de constante cambio, su expansión no es más que la irrefutable demostración de esta idea. Los planetas nacen y mueren, son engullidos por estrellas o pierden su energía tras una larga agonía.

                ¿En qué nos convierte eso? Es posible que sólo seamos producto de la casualidad. Nacemos, nos reproducimos y volvemos a la Tierra que una vez nos dio cobijo. O al menos, eso es lo que nos han dicho. Creo que no hay forma de demostrar esa teoría. Dicen que morimos, pero no hay forma de asegurarlo por uno mismo. Sólo podemos confirmar nuestra propia existencia. Pero, en ese caso, ¿qué sentido tiene aceptar su desaparición? Este planeta, este universo que nos proporcionó nuestra existencia, desaparecerá con nuestra muerte. Jamás podremos volver a verlo, nunca podremos volver a sentir el tacto del agua fría tras una tarde calurosa, nunca escucharemos de nuevo el murmullo de las hojas al mecerse en el viento. ¿Cuál es el sentido de nuestra muerte? ¿No es nuestra existencia un breve período de lucidez entre una nada y la siguiente? Esta idea tan sólo confirmaría la fría crueldad del universo.

                En mi opinión, ese, y no otro, es el motivo de la idea de un Dios. Las personas no pueden aceptar su propia desaparición, no pueden imaginar qué ocurrirá tras su muerte, porque según su propia consciencia le dice, todo desaparecerá. Y con esto no quiero decir que todo se volverá negro, no. No será un sueño: será el vacío. Un vacío del que jamás seremos conscientes porque, en el momento en el que nos sumerjamos en él, dejaremos de existir. El ser humano tiende a dilucidar la figura de Dios como un ente humano, una figura encargada de velar por nuestro descanso. Pero esa idea también carece de sentido. ¿Para qué velar por un descanso que podría ser obviado? Del mismo modo, es posible la teoría de un Dios entendido como el origen de la materia, como un todo que impregna cada partícula del universo. Podemos entender a Dios como una fuerza, una energía, sin consciencia ni existencia unificada, sino como la materia utilizada para la creación de este universo.

                Pero esta idea no es capaz de resolver la mayor pregunta que el hombre se ha formulado a lo largo de la historia:
¿Qué llega realmente tras la muerte?

viernes, 6 de enero de 2012

Bernkastel

Bernkastel



Yo era la más desafortunada 
Yo sabía que no había salida de este laberinto 

Después, él era el siguiente desafortunado 
Él no sabía que no había salida de este laberinto 

Pero todos los demás no fueron tan desafortunados 
Ellos no sabían que estaban en un laberinto en primer lugar.